Conversar antes de la conversación
Ayer estuve con un amigo que se va a un país africano, a desarrollar un proyecto empresarial. No doy muchos detalles por respeto a nuestra conversación privada, pero si me atrevo a comentar algo: “una de las cosas más importantes de mi trabajo allí es adaptarme a su ritmo de relación, iniciar las conversaciones con una conversación previa de cortesía”. La conversación antes de la conversación suele trata de temas banales (“¿qué tal el día?”, “parece que no hace calor”, “qué lugar más agradable”, etc.). Una conversación aparentemente vacía, que establece unos vínculos entre los interlocutores.
Me comentaba mi amigo que los europeos, en ocasiones, pretendemos entrar en materia sin preámbulos. El tiempo es oro y nos gusta ir al grano, hablar directamente de lo que nos moviliza. Pero los africanos no aceptan nuestra propuesta; si pretendemos saltarnos la conversación previa, simplemente no conversarán con nosotros.
Hacer bien estas conversaciones previas es tarea importante, también aquí. En algunos de los talleres de conversación ha surgido la cuestión “si pretendo entrar directamente en materia, la conversación no funciona, hay que hablar antes, del partido del domingo o de cualquier otra cuestión más o menos intrascendente”.
Las conversaciones iniciales de cortesía son sencillas si existe un conocimiento previo, pero ante una persona desconocida se nos plantea una dificultad añadida; tal vez le guste el futbol pero también cabe la posibilidad de que le horrorice. Recuerdo hace años una conversación con un vendedor de coches que inició la conversación despotricando de un determinado líder político sin que yo antes le hubiera dado ninguna pista sobre mis opiniones políticas. Lo que aquél vendedor presuponía un acercamiento fue para mí todo lo contrario.
Tal vez se podría hacer como el chiste del barbero “¿cómo quiere el señor el corte de pelo?, con conversación o sin conversación ... y en caso afirmativo ¿futbol, política, toros, etc.?”
Como no parece adecuado empezar así, parece que no queda más remedio que buscar indicios en lo que vemos (tal vez alguna insignia o algún detalle de su vestimenta o su entorno nos de pistas) y actuar con moderación. Siempre podemos hablar del tiempo.
Me comentaba mi amigo que los europeos, en ocasiones, pretendemos entrar en materia sin preámbulos. El tiempo es oro y nos gusta ir al grano, hablar directamente de lo que nos moviliza. Pero los africanos no aceptan nuestra propuesta; si pretendemos saltarnos la conversación previa, simplemente no conversarán con nosotros.
Hacer bien estas conversaciones previas es tarea importante, también aquí. En algunos de los talleres de conversación ha surgido la cuestión “si pretendo entrar directamente en materia, la conversación no funciona, hay que hablar antes, del partido del domingo o de cualquier otra cuestión más o menos intrascendente”.
Las conversaciones iniciales de cortesía son sencillas si existe un conocimiento previo, pero ante una persona desconocida se nos plantea una dificultad añadida; tal vez le guste el futbol pero también cabe la posibilidad de que le horrorice. Recuerdo hace años una conversación con un vendedor de coches que inició la conversación despotricando de un determinado líder político sin que yo antes le hubiera dado ninguna pista sobre mis opiniones políticas. Lo que aquél vendedor presuponía un acercamiento fue para mí todo lo contrario.
Tal vez se podría hacer como el chiste del barbero “¿cómo quiere el señor el corte de pelo?, con conversación o sin conversación ... y en caso afirmativo ¿futbol, política, toros, etc.?”
Como no parece adecuado empezar así, parece que no queda más remedio que buscar indicios en lo que vemos (tal vez alguna insignia o algún detalle de su vestimenta o su entorno nos de pistas) y actuar con moderación. Siempre podemos hablar del tiempo.
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