martes, julio 22, 2008

Una experiencia de World Café



Hace unas semanas participé como asistente en un World Café organizado por el Departamento de Promoción Económica de la Diputación Foral de Bizkaia. Aquella interesante experiencia me sirvió para conocer el método. Después lo he aplicado recientemente en una empresa industrial con la que colaboro como consultor. No es fácil trabajar con un grupo amplio sin caer en la formula del ponente que habla y el auditorio que escucha.

Cuarenta personas de una misma empresa hablando sobre su trabajo, sus clientes, sus modos de mejorar su respuesta ante ellos. Algunas personas se conocieron personalmente en la reunión. Es lo que tiene vivir pegado al teléfono y a la pantalla; tenemos relaciones sin cara.

Interesantes conversaciones; no hizo falta animar a la charla, surgía con facilidad. Al final les solicitamos que cumplimentaran una pequeña encuesta de satisfacción y todos estaban realmente contentos, convencidos de que habían participado en una experiencia que merecía la pena repetir.

Enrique Sacanell me decía hace unos días que en un World Café lo importante son las preguntas, que su formulación es la clave del éxito. En un World Café y en cualquier lugar pienso yo. La primera pregunta funcionó muy bien, pero tuvimos que modificar sobre la marcha la segunda, especialmente porque en parte ya se había respondido con la primera.

Quedo volando la sensación de que las conclusiones son demasiado abiertas. Cuando las conclusiones las hace una sola persona es más fácil precisar, hacer planes, marcar objetivos bien definidos. En grupo es más complicado. Se echaba de menos algún mecanismo que precisara estas conclusiones finales.

Pero ¿cuál es el objetivo de un World Café?. Los asistentes realizan tareas muy distintas para unos clientes comunes. Hablar, charlar, compartir experiencias y perspectivas es en si mismo una tarea interesante.

Mi sensación final es que lo más interesante es el proceso, mucho más que las conclusiones.

miércoles, julio 16, 2008

Bebidas


Este fin de semana he estado en Munich. Muchas cosas interesantes; una de ellas la cerveza. Nunca hubiera imaginado que es posible beber tanta. Del “be water” al “be beer”. A la vuelta me siento incapaz, siquiera de beber una cuarta parte.

Sorprende la diversidad de cervezas; de cebada, de trigo, tostada, normal, negra, elaboradas por distintos fabricantes, etc. Todas realmente interesantes.

Las bebidas hacen diferente efecto dependiendo del lugar en el que las bebemos; sabe y sienta mejor una cerveza en Munich, un tequila en México, un ribeiro en Galicia o un txakolí en Euskadi. Es una opinión, mi opinión; y creo además que no afecta únicamente a las bebidas. Un fado o un tango no suenan del mismo modo fuera de Lisboa o de Buenos Aires.

A la vuelta en avión, uno de mis compañeros de viaje pidió una Coca Cola. La “chispa de la vida” es otra cosa, tiene origen pero está casi olvidado, sabe igual en cualquier parte. Esto tal vez sea una ventaja para la empresa pero no tan claro para los usuarios. Dado que su volumen de consumo mundial es muy elevado, podría haber más variedades y más fabricantes. Imaginen ustedes una conversación: “Mira, esta Cocacola la hace un pequeño fabricante local, tiene un sabor afrutado y suave”.

Lo mejor, su descripción de sus ingredientes, todo un ejemplo de transparencia de un producto "natural".

jueves, julio 10, 2008

Cocineros con tomate



Uno no espera encontrarse con citas de Adorno y Kant en un libro escrito por un cocinero. Supongo que Santi Santamaría es algo más que un cocinero: tal vez un envidioso de la notoriedad ajena o un señor con las ideas muy claras. O tal vez ambas cosas y alguna más. A mi me gusta esto de la gastronomía, pero he de reconocer que no hubiera comprado “La cocina al desnudo” sin la polémica con Ferran Adriá. Pero sus páginas han superado mis expectativas.

Santi escribe sobre ecología gastronómica. Vivimos en un mundo en el que hay muchas realidades en “peligro de extinción”: climas, plantas, animales, lenguas minoritarias, ... también unas determinadas formas de comer, de cocinar. Si dentro de cien años todos hablamos el mismo idioma, perdiendo el resto de las lenguas, habremos ganado en comunicación pero perdido (mucho) en diversidad cultural y antropológica. Lo mismo sucede con la comida; tal vez lo más viable es que todos comamos y bebamos productos industriales, elaborados con ingredientes pseudo farmacéuticos. Basta mirar las estanterías de las tiendas para ver que esto está ya sucediendo: leches enriquecidas en las que no está claro lo que ha salido de la vaca, yogures con ingredientes, surimis, etc. El caso extremo, la Coca Cola, una bebida elaborada por un único fabricante mundial con una descripción de ingredientes absolutamente enigmática.

Este proceso es inevitable. El chuletón de buey o los besugos de anzuelo son productos de lujo; diría más, son casi un sueño. La comida cotidiana y para todos es otra cosa. Pero si nos olvidamos de cocinar y de utilizar productos naturales perderemos mucho, no se si más o menos que cuando se extingue una planta o un animal, pero mucho. Nos podemos encontrar con un mundo futuro en el que es imposible hacer una receta tradicional, porque nadie recuerda como se hace y porque es imposible encontrar los ingredientes naturales necesarios para elaborarla.

La industria alimentaría tiene sus intereses, que en muchos casos coinciden con los de los grandes cocineros mediáticos entre los que Adriá es el más destacado. Conseguir estrellas Michelin solo con productos naturales es muy difícil, casi imposible. Hay más posibilidades de alcanzarlas si los chefs utilizan todas las posibilidades que ofrece la industria. De este modo, un plato de alta cocina es tan enigmático como una lata con “chispas vitales”. Desarrollar las posibilidades de la industria es desarrollar las posibilidades de ser el mejor chef, el más mediático.

Esto explica que los cocineros hayan cerrado filas frente a Santamaría. Los cocineros y también muchos críticos gastronómicos. Para muestra un botón, un blog de un "experto", que cena con Adriá pero se permite el lujo de no escribir directamente nada sobre el libro.

Yo estoy con Santi.

jueves, julio 03, 2008

Mi sacapuntas




Tengo un sacapuntas. Se llama José Julio y es un buen amigo desde hace unos cuantos años. Hace unas semanas ha estado enfermo pero eso no ha cambiando su carácter. Es difícil hacer cambiar a José Julio. Ahora está jubilado pero yo le conocí trabajando y no era amigo de todo el mundo; siempre decía lo que pensaba. Ahora sigue igual.

Mi sacapuntas particular comenta mis escritos en este blog; saca punta a mis ideas. No siempre acierta a identificarse, con lo que aparece a menudo como un lector anónimo, pero si es capaz de llevarte la contraria en todo lo que propongas. A veces pienso que me agota, que preferiría tirar el sacapuntas a la basura. Este blog es mío y yo escribo lo que quiero; los demás que lean y callen, no me lleven la contraria por favor. Es como si entra alguien en mi casa y se pone a ordenar mis muebles, ¡un horror!.

Pero un sacapuntas tiene sus ventajas. La principal es que te hace pensar sobre lo escrito, pensar en las ideas, los conceptos, las definiciones... Un blog es como un juego con las ideas y con las palabras; y siempre es más divertido jugar acompañado. Por ejemplo, viendo las ideas propuestas desde otro punto de vista, repensando los conceptos y definiciones, o aportando otras visiones complementarias o totalmente diferentes.

José Julio a veces me critica los conceptos que utilizo. Tal vez estemos utilizando las palabras de un modo impreciso. Por ejemplo, un cliente no es un amigo, es un cliente. Bueno, tal vez tenga razón, pero también es cierto que si me pongo a analizar con mucho detalle todo lo que escribo, no hago nada.

Tal vez sea bueno que todos tengamos un sacapuntas, un criticador oficial de nuestros escritos. En muchos blogs se leen comentarios de aprobación “que interesante eso que dices...”; también de discusión y debate pero menos frecuentemente. Es más costoso llevar la contraria.


Gracias José Julio por tus comentarios.

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