miércoles, agosto 29, 2007

Otros mercados




El verano no es tiempo de blogs pero si de viajar, de conocer otros lugares, otras gentes, otros mercados.

Los mercados propios son conocidos. Todos sabemos en nuestro barrio, en nuestra ciudad, donde tienen la ropa que nos gusta, el pescado más fresco o las lechugas más baratas. Donde está ese carnicero que no nos cuela la carne que le sobra o donde saben bien que tipo de corte de pelo nos sienta mejor. En qué bar están los mejores pinchos o los camareros más amables.

Pero cuando uno viaja, pierde las referencias. Especialmente si el viaje es a un lugar en el que los precios son más bajos. En el mejor hotel de Paris las condiciones estarán perfectamente explicitadas pero si acudimos a una pensión en Estambul es posible que las referencias no sean tan precisas. En el fondo la cuestión es ¿cuándo dinero estamos dispuestos a pagar para viajar con todas las referencias controladas?.

O también, ¿aceptamos viajar sin tener todo controlado? ¿es un valor en si mismo no saber lo que te vas a encontrar?. Cada uno/una que responda.

En los viajes uno puede encontrarse con muy distintas situaciones, que no son habituales en los mercados propios: personas que te ofrece, regateo, precios que no están escritos, etc. En algunos momentos puedes odiar estas situaciones: “¡por favor, déjenme mirar tranquilamente y díganme el precio final, el precio que es razonable!, ¡no me obliguen a regatear!”.

Pero al final del viaje queda volando una pregunta ¿no será esta indefinición parte del placer del viaje, tal vez como una forma de olvidarnos de este mundo cotidiano en el que todo está “aparentemente” en su sitio?.

lunes, agosto 06, 2007

Las emociones del pan




Una panadería en el Casco Viejo de Bilbao, hermosas hogazas de pan detrás de un mostrador. Hora punta, una cola hasta la puerta, varias personas desean comprar su hogaza. Un señor señala una hogaza cocida en horno de leña y la dependienta la coloca en el mostrador. El señor atrapa con su mano la pieza y le da la vuelta “Esta no, que está manchada de carbón”. La dependiente le contesta “Señor, no se la puedo cambiar, usted ya la ha tocado y el resto de clientes no la querrán”. Empieza una disputa entre el cliente y la dependienta que finaliza cuando esta le da otro pan distinto. La fila de clientes observamos atónitos la escena.

Viene a mi mente la frase “Los clientes siempre tienen razón”. No siempre, no todos.

Tal vez una de las funciones de un proveedor sea, como en el caso de la dependienta de pan, la defensa de los intereses generales de los clientes frente a las amenazas de algunos clientes particulares, como por ejemplo este espabilado comprador de pan.

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