Sobre máquinas y emprendedores
El pasado sábado estuve en Getxo Blog, una reunión de blogeros que se organiza todo los años gracias a la energía de algunos de ellos, como Mikel Agirregabiria. Agradecer a Isabel Sanchez que me lo recordara, que ha sido muy interesante.
Compartíamos el hecho de tener blogs pero poco más, un grupo muy heterogéneo. Había frikis, niños grandes traviesos, dedicados a meter el dedo en el la pantalla y las ideas ajenas. También gente del mundo de la gastronomía y del aceite. Han tenido el detallazo de montar una degustación de aceite, con unas muestras de diferentes tipos, entre ellos un aceite recién exprimido, hace solo unos pocos días. Hoy he entendido el motivo por el que las aceitunas maduras cogidas del árbol me sabían tan distintas del aceite al que estoy acostumbrado. También mujeres que cuentan y que se obligan a sí mismas al consenso (la mayoría no es suficiente). Y otras muy diversas tribus digitales...
Y gente del mundo de la educación. Me gustó mucho la ponencia de Sonia Prieto González y Teresa García Oviedo hablando de la importancia de trabajar los valores del emprendimiento en la escuela desde una edad temprana. Emprender, aceptar riesgos, desarrollar proyectos, no es solo una tarea de jóvenes sin posibilidades de encontrar un trabajo por cuenta ajena; es una tarea de toda la sociedad.
Frente a esta idea, me resulto inquietante la presentación de Gorka Jakobe Palazio hablando de la internet de las cosas, un futuro lleno de máquinas inteligentes interconectadas que van a generar en 20 años una cifra de negocio (no la apunté) de no sé cuántos trillones de dólares.
Me quedé con dos preguntas que no pude formular. La primera, ¿cómo se calcula el valor de un negocio dentro de veinte años si los cálculos publicados para dentro de un año son tan poco certeros?. Y sobre todo, ¿qué aporta a nuestra capacidad de emprender, de desarrollar nuevos proyectos el hecho de que nuestro cubo de la basura tenga un chip que le decida por nosotros cómo clasificar nuestros detritus?. Como decía Groucho Marx, “que paren el mundo que me bajo”.
Compartíamos el hecho de tener blogs pero poco más, un grupo muy heterogéneo. Había frikis, niños grandes traviesos, dedicados a meter el dedo en el la pantalla y las ideas ajenas. También gente del mundo de la gastronomía y del aceite. Han tenido el detallazo de montar una degustación de aceite, con unas muestras de diferentes tipos, entre ellos un aceite recién exprimido, hace solo unos pocos días. Hoy he entendido el motivo por el que las aceitunas maduras cogidas del árbol me sabían tan distintas del aceite al que estoy acostumbrado. También mujeres que cuentan y que se obligan a sí mismas al consenso (la mayoría no es suficiente). Y otras muy diversas tribus digitales...
Y gente del mundo de la educación. Me gustó mucho la ponencia de Sonia Prieto González y Teresa García Oviedo hablando de la importancia de trabajar los valores del emprendimiento en la escuela desde una edad temprana. Emprender, aceptar riesgos, desarrollar proyectos, no es solo una tarea de jóvenes sin posibilidades de encontrar un trabajo por cuenta ajena; es una tarea de toda la sociedad.
Frente a esta idea, me resulto inquietante la presentación de Gorka Jakobe Palazio hablando de la internet de las cosas, un futuro lleno de máquinas inteligentes interconectadas que van a generar en 20 años una cifra de negocio (no la apunté) de no sé cuántos trillones de dólares.
Me quedé con dos preguntas que no pude formular. La primera, ¿cómo se calcula el valor de un negocio dentro de veinte años si los cálculos publicados para dentro de un año son tan poco certeros?. Y sobre todo, ¿qué aporta a nuestra capacidad de emprender, de desarrollar nuevos proyectos el hecho de que nuestro cubo de la basura tenga un chip que le decida por nosotros cómo clasificar nuestros detritus?. Como decía Groucho Marx, “que paren el mundo que me bajo”.
1 comentario:
Para eso estamos German. Un abrazo Isabel
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