jueves, septiembre 26, 2013

Sucedió en el camino


Haciendo el camino fui testigo de una situación que no sé muy bien como valorar. Un día llegue a un albergue privado,un lugar limpio, tranquilo, por lo que decidí hacer noche. En la entrada un cartel anunciaba: “A las 10 se cierra la puerta y se apaga la luz”, lo que me llevó a pensar que esa noche iba a dormir mejor, después de haber tenido la víspera un grupo cantando hasta más tarde de las 12 debajo de mi ventana. Después de hacer la inscripción, me comentaron también que dejara las botas fuera de la habitación, en un espacio habilitado para ello.

Ya instalado en el lugar, llegó una peregrina que solicitó alojamiento. La conversación inicial con la persona que le atendió en recepción (también mujer) no pude escucharla pero si la que tuvieron ambas en el espacio habilitado para dejar las botas y que fue más o menos así: “tiene que dejar las botas fuera, en este lugar” ... “no tengo otro calzado, ¿por qué tengo que dejarlas aquí?” ... “mire, si todo son inconvenientes, creo que es mejor que le devuelva el dinero y se vaya a otro albergue” ... “si, no tengo intención de dormir en un sitio tan desagradable, que tratan de este modo a los peregrinos”.

Mi primera reacción fue de un cierto horror, ¿cómo se le puede decir a un cliente que se vaya?. Pero ahora cuando recuerdo la escena no tengo tan claro el juicio que me merece la actuación de la posadera. Lo dejo en manos de los lectores ...

1 comentario:

JJAMLO dijo...

Pues claro que se le puede decir a un cliente que se vaya; otro asunto será las formas, tono...etc.
Todo albergue tiene derecho a contar y exponer unas normas mínimas de convivencia, civismo, sanidad...etc.
De todos modos, amigo German, te cuesta mojarte, opinar en directo...etc.O ¿te has imaginado que la "duda metódica de Descartes" tiene algo que ver con "rechazar el sentido común" que por cierto, dicen que es "el menos común de los sentidos". Amen.

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