jueves, septiembre 17, 2009

Aficiones imposibles: adelantar el futuro


Alfonso ha publicado un artículo en el que nos recuerda que esta crisis nos va a llevar a un lugar diferente. Un lugar en el que el conocimiento de las personas será cada vez más importante, con más oportunidades, pero solo para los que tengan ganas de arriesgar. Las seguridades y las certezas están en vías de extinción.

Vamos a un lugar diferente pero no está claro el camino. Los expertos en economía, hablan de tipos de interés, porcentajes de deuda, impuestos, tasas de productividad, etc., pero con los mismos datos, cada uno imagina escenarios diferentes.

Centinel propone un juego: registrar previsiones de futuro para verificarlas en su plazo. La historia de las previsiones fallidas daría para llenar muchas bibliotecas. Pero las previsiones venden, sobre todo si son catastrofistas.

Yo sigo con el recuerdo de mi viaje a la India. Allí la vida es tan dura y contundente que a menudo solo les queda pensar en reencarnarse en algo mejor. Pero crecen los que piensan que es mejor no esperar tanto, cambiar ahora que nunca se sabe lo que nos vamos a encontrar después. Las películas de Bollywood son un buen reflejo de este contraste entre la tradición y pensamientos juveniles.

Renuncio a adivinar el futuro. Con intuir y aplicar alguna de las palancas del presente tengo más que suficiente.

jueves, septiembre 10, 2009

La dignidad del proveedor


El cliente no siempre tiene razón. El proveedor tiene su dignidad, siempre que sus productos y servicios sean valiosos.

Sigo con mi viaje a la India. Son poco habituales los precios fijos, con lo que hay que optar entre aceptar unos precios “para turistas” o regatear. Montar en moto taxi o comprar cualquier objeto implica una negociación a la que no estamos acostumbrados. Somos un monedero andante, lleno de euros; es normal que intenten obtener de nosotros el mayor beneficio.

Pero el hábito de regatear tiene el peligro de no valorar, no aceptar por criterio ningún precio. Nos pasó en un puesto de bisutería, discutiendo por 10 rupias (aproximadamente 15 céntimos de euro) en la compra de unas pulseras muy bellas. Nuestro vendedor nos contesta en un tono entre amable y cabreado “indian prices, good prices”.

Bueno, parece evidente que los clientes no siempre tenemos razón.

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