Todo en el mundo es burla
El sábado pasado estrenamos Falstaff, ópera cómica sin muertos, gesto sarcástico de un Verdi de 80 años, que se ríe de si mismo.
Los finales verdianos son dramáticos, con padres que matan a sus hijos (Rigoletto), hermanos que matan a hermanos (Trovador), maridos celosos que matan a sus mujeres (Otello) o mujeres que deciden morir junto a sus condenados amados (Aida). Una larga lista de horrores, que era lo que al público de la época le apetecía.
Con esta carga a sus espaldas, se entiende que Verdi, octogenario y muy famoso, se hiciera un guiño a si mismo, poniendo en cuestión la base de sus propios argumentos: ¿qué es el honor?, una palabra, ¿qué hay en esta palabra?, el aire que vuela …, ¿quién es el cornudo?, el, tu, ellos … todos.
La ópera acaba con una gran risotada general, “todo en el mundo es una burla”. ¡Genial, maestro, es usted el mejor!
Los aficionados actuales al drama, tan numerosos como en época de Verdi, piensan que esta ópera no representa el verdadero estilo de su autor, que don Giuseppe se dejo llevar por las modas musicales de fin del XIX. Tal vez sea cierto, pero es también posible que Falstaff sea la única composición verdaderamente sincera de su autor, en un momento de su vida en el que le importaba nada la opinión ajena.
PD: La foto es de Enrique Moreno Esquibel
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