Desconexiones y relaciones
Estoy en fase de desconexión. La prensa y los informativos me aburren. Tengo la sensación que los medios llenan mi mente con asuntos contradictorios, de los que no puedo llegar a tener una opinión fiable; me cuentan temas que no controlo y sobre los que no puedo hacer nada. Son asuntos “aparentemente ajenos”, que no me dejan espacio en mi mente para otras tareas, más cercanas, en las que si puedo actuar.
Cuento esta reflexión, tal vez un poco radical, al hilo de mi lectura del último libro de Daniel Innerarity: “La democracia del conocimiento, por una sociedad inteligente”. El exceso de información impide discriminar lo relevante. Vivimos en un mundo de “expertos” con opiniones diversas, a menudo contradictorias, en el que es cada vez más difícil saber quien tiene un criterio acertado. El mundo de la economía es buen ejemplo, donde son habituales las previsiones sobre el futuro, junto con los comentarios del escaso valor de las previsiones pasadas.
Sin una autoridad identificada del conocimiento, sin un criterio claro del lugar donde se encuentran las verdades, los pobres humanos nos tenemos que buscar la vida, incrementar nuestra capacidad de interpretación, generar nuestro propio conocimiento y saber cuales son nuestros límites, ser conscientes de lo que podemos conocer y lo que no nos es accesible. Una situación más compleja pero también más creativa, porque las barreras del conocimiento son difusas.
Lo que importa ya no son los centros del conocimiento sino la “proximidad relacional”, que hoy puede realizarse sin importar demasiado la distancia física entre los elementos. Las innovaciones son reales cuando son reconocidas por los demás, que la hacen propia consumiéndola o invirtiendo en ella”. Las redes de relaciones son el nuevo espacio donde aprender.
El libro de Daniel me lleva, en relación con mi reflexión inicial, a hacerme dos preguntas: ¿de qué me quiero desconectar y con quién me quiero relacionar? Cuestiones importantes, para no desperdiciar mis limitados escasos recursos mentales. No me puedo olvidar que soy monotarea.
2 comentarios:
Bonita reflexión, Germán. La densidad de estímulos informativos por metro cuadrado ha explotado. ¿Fuego amigo o enemigo? ¿Fuego en cualquier caso?
¿Vivían mejor nuestros abuelos? Me temo que, en líneas generales, no. Pero todo es opinable y admite matices.
Ánimo con la desconexión ;-)
Gracias Julen.
Yo más bien me plantearía la pregunta de otro modo ¿podemos vivir hoy con los criterios de nuestros abuelos/as?
No creo que nuestros abuelos vivieran mejor. Yo desde luego no me cambio.
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