miércoles, agosto 27, 2008

Síndromes y bares


Vaya semana, todo el barrio blogero escribiendo sobre sus depresiones porque se acaba la juerga. Esto de escribir por obligación, sin demasiados contenidos interesantes da miedo. Es como la prensa, que a falta de noticias las busca donde puede.

Será porque yo este agosto no he ido lejos ni he dejado totalmente de hacer algunas tareas laborales, con lo que no tengo demasiado “síndrome”. He estado unos días en el pueblo de mis abuelos. Karrantza no es exactamente un pueblo, es un valle hermoso, lleno de pequeños núcleos de población, en uno de los cuales está la casa familiar desde la que hice la foto de arranque.

Karrantza es pueblo, nada que ver con el barullo urbano. Está demasiado lejos de la ciudad para que nadie se permita vivir allí e ir a trabajar a la urbe. Y esta separación marca. Está muy bien para ir de paseo, para desconectar de la ciudad pero es también un lugar duro para vivir. Unos cuantos bares, unas pocas tiendas y muchos prados, montes, árboles, ... La principal riqueza es el ganado y el campo. El mundo rural ata; no te puedes ir de vacaciones porque las vacas comen todos los días. Mira, por ese lado un problema menos, no hay síndrome.

Como este blog trata sobre las relaciones clientelares, no puedo dejar de comentar dos lugares que existen en Karrantza. El primero es un bar tienda, situado en la carretera principal cerca de los Baños de Molinar. Los lugareños lo llaman con coña “El Corte Ingles” porque allí se puede encontrar de todo, desde unas pelotas de tenis hasta un hacha para cortar madera, pasando por otros productos más previsibles: queso, embutidos, vino, verduras, etc. Es más parecido a una cuadra con cajas que a un comercio, y las fechas de caducidad son siempre orientativas. Venden botes de pintura pero solo para los clientes y visto desde el exterior, el edificio pareciera que va a caer en cualquier momento. Desde luego no se le puede discutir su personalidad, aunque en la ciudad no pasaría ningún control.

El segundo lugar es también un pequeño bar –es lo que hay en los pueblos, bares- situado en el barrio de Ranero, cerca de las cuevas de Pozalagua. Está mejor conservado y limpio, pero sobre todo me gusta porque es el reino de la tertulia. Allí siempre está Monchu, un señor al que le pusieron la sonrisa en la boca y todavía no sabe como quitarla. Me gusta también porque ofrecen productos que no vienen del mercado sido de sus huertas. Tienen gallinas, cerdos y hacen las cosas en casa. Es el reino del colesterol bueno: panceta, chorizo, morcilla, etc. Nada de bollería industrial.

Las vacaciones son una buena oportunidad para viajar, para conocer otras realidades, aunque no hay que hacer muchos kilómetros para encontrar otros mundos en peligro de extinción.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Juas, aquí una de esas blogueras que ha caido en la tentación de escribir sobre el manido síndrome postvacacional... jajaja

Mi sueño personal es retirarme a un pueblo de esos, como llamas tú, duros... cada vez que puedo perderme lo hago y la verdad es que no me importaría vivir allí.

Julen Iturbe-Ormaetxe dijo...

El peligro de extinción nos lo cargamos con un par de comilonas por barba al año, ¿no? Ánimo, que esto no se puede perder.

Germán Gómez dijo...

A mi tambien me apetece Pilix, pero creo que no pasaré a la acción. Creo que no aguantaría realmente vivir alli más alla de visitas ocasionales, que es lo que ahora hago.

No es tan facil Julen. Lo más probable es que cuando Monchu decida dejar el bar por su edad, no haya nadie que le siga, aunque haya un montón de personas interesadas en ir de vez en cuando a hacer "comilonas".

Mertxe dijo...

Los pueblos perdidos, cuanto sé yo de eso y cuanto me gustan pero para pueblos perdidos los de Ecuador, Perú, Africa, etc. Además de maravillosos, bien perdidos, donde se puede olvidad uno de este primer mundo sin dificultal....quizá un día.

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