Otras vidas, otros clientes
El viernes pasado llegó a mi pueblo el circo Fisher. Por la mañana montaron una carpa y a la tarde función. Pasaba yo por allí y decidí entrar, curioso por descubrir lo que se escondía debajo de aquella lona. En el interior unas cuantas sillas de plástico, un pequeño escenario circular y un escaso público, la mayoría con un solo dígito en su cumpleaños.
Empezó la función y no salieron leones ni elefantes sino ocas, un poni, una llama, unos perros y unas cabras. La clientela infantil encantada con unos animales que no asustan pero que son, para ellos, igual de exóticos.
Y empiezo a ver que la mujer que me ha vendido las entradas en la taquilla es también la domadora, y que los dos chicos jóvenes que estaban en la puerta son también los payasos y poco después los equilibristas. Todo absolutamente todo lo hacen entre cuatro personas, una pareja de cierta edad y los dos chicos jóvenes, todos con un marcado acento francés.
Un padre cercano a mi localidad cuenta las personas entre el público y llega a la conclusión de que en esta función (una sola por día) han hecho una caja aproximada de 300 euros. Mientras tanto, los niños miran todo con los ojos muy abiertos, en un mundo sin consolas ni pantallas.
La experiencia da que pensar sobre todas estas cosas de las que hablamos los consultores: la motivación de las personas para hacer o no hacer, las certezas e incertidumbres sobre el futuro, la versatilidad en el desempeño de la tarea, etc.
Empezó la función y no salieron leones ni elefantes sino ocas, un poni, una llama, unos perros y unas cabras. La clientela infantil encantada con unos animales que no asustan pero que son, para ellos, igual de exóticos.
Y empiezo a ver que la mujer que me ha vendido las entradas en la taquilla es también la domadora, y que los dos chicos jóvenes que estaban en la puerta son también los payasos y poco después los equilibristas. Todo absolutamente todo lo hacen entre cuatro personas, una pareja de cierta edad y los dos chicos jóvenes, todos con un marcado acento francés.
Un padre cercano a mi localidad cuenta las personas entre el público y llega a la conclusión de que en esta función (una sola por día) han hecho una caja aproximada de 300 euros. Mientras tanto, los niños miran todo con los ojos muy abiertos, en un mundo sin consolas ni pantallas.
La experiencia da que pensar sobre todas estas cosas de las que hablamos los consultores: la motivación de las personas para hacer o no hacer, las certezas e incertidumbres sobre el futuro, la versatilidad en el desempeño de la tarea, etc.
2 comentarios:
Muy bonito post German. Además de reflexionar, ha conseguido sacarme una media sonrisa al recordar que una vez fuimos esos niños ojipláticos que se peleaban entre ellos por estar en primera fila. Ésos que necesitaban de la ilusión para poder descubrir el mundo... Un saludo!!
Gracias Zeta por tu comentario
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